"Las verdaderas historias de amor nunca
tienen final."
Richard Bach
Pasaron muchos años, todavía
me acuerdo de estar sentado en aquella plaza, los patos se corrían con insistencia
hasta que llegaban al agua y allí hacían una fila india hasta la islita de
enfrente. Sentado bajo el Sol, sentía una leve brisa que me trajo la voz de un niño
que le preguntó a su abuelo sobre los días de la pandemia.
̶ "No quisiera hablar de eso Benja, andá a jugar un rato." Respondió con la mirada perdida.
̶ "¡Dale abuelo, contame!." Insistió el
niño, elevando la voz.
Tras unos segundos de
silencio y luego de un suspiro, siempre con la mirada perdida y un tono de voz
ameno, comenzó su relato:
̶ "Algunos lo llamaron COVID, muchos la peste, otros "el bicho", a mi me gustaba esa forma de llamarlo, era como lo veía, pero tuvo muchos nombres distintos según como uno lo vivía o como terminaba la historia. Un día nos habían dicho que debíamos quedarnos en casa por cadena nacional. Había un médico, un infectólogo, creo que se llamaba Pedro Cahn, según muchos era el más sabio de ese entonces; en aquel momento nos advirtió a todos, nos dijo: `el virus no te busca a vos, vos salís a buscar el virus. No salgas´. Pero en aquellos tiempos, al igual que ahora, en los medios de comunicación hablaban mucho, había periodistas de renombre que impulsaban a la gente a salir, había una mujer que decía que tomar dióxido de cloro era bueno, y así, algunos lo tomaron y murieron... tengo un vago recuerdo de un médico, un tal doctor Claudio Zin, que pedía que los chicos salieran a la calle porque ellos no contagiaban a otros. En el ejercicio pleno del uso de la libertad y en la necesidad de llenar espacios televisivos, todo estaba permitido, casi cualquiera podía salir a desafiar a las autoridades, señalando que ellos iban a salir, bramaban que nadie se los iba a prohibir, buscaban de alguna forma que la gente saliera y se contagiara."
A esa altura del relato, me
parecían hipnóticas sus palabras, buscaba posicionarme lo más cerca posible,
dentro de los límites que me ofrecía mi banco de plaza, para no perderme
detalle alguno de lo que estaba atestiguando, pero tampoco quise ser invasivo,
ni mucho menos pecar de chusma.
̶ "No eran buenos tiempos aquellos querido Benja, mientras eso ocurría, otros impulsaban por las redes sociales manifestaciones de contagio múltiple, la mayoría ponía en tela de juicio las palabras de los infectólogos, se reían de ellos, se burlaban de los sabios... no había expertos, claro, todo era nuevo, se aprendía día a día sobre "el bicho". Se trabajó mucho Benja, día y noche, como nunca esa gente nos estaba cuidando, muchos se mofaban de la palabra "científicos", otros los amenazaban a ellos, a los sabios de la época, los amenazaban, como en la edad media; decían que luego de la peste no iban a poder salir a la calle por que los iban a estar esperando. No eran buenos tiempos aquellos querido Benja, en aquel entonces un grupo de intelectuales y periodistas denunció que la cuarentena era una dictadura, todos denunciaban algo, denunciaban. Denunciaban que no funcionaba el parlamento porque no estaban todos en el recinto, muchos políticos exigían debatir en forma presencial y cuando le decían que lo hicieran ellos y el resto que lo hiciera de manera virtual, anunciaban que era un golpe de estado; se denunciaba que no funcionaba la justicia, a pesar de que todos los días salieron fallos... Lo peor era la angustia que contagiaba ver televisión Benja, uno podía comprender el aislamiento y el hastío, pero se justificaba proferir cualquier barbaridad escudado en la libertad.
`Aunque no lo creas, es
cierto, en el medio de la pandemia no permitieron que médicos de otros países vinieran
a ayudar, tampoco permitían impulsar gravámenes para financiar la ayuda a los
más desprotegidos, a los más vulnerados, a los hambrientos, a los enfermos, Benjamin.
`En Buenos Aires y Bahía la gente ponía carteles en los ascensores para echar a los médicos que vivían en los edificios por temor a contagiarse; los médicos escribían cartas desesperadas, pedían en los medios que los escucharan, escribían contando que estaban perdiendo la lucha contra "el bicho", que no daban más, que estaban exhaustos, en muchos casos enfermos y que muchos habían muerto peleando de igual a igual con el virus. Escribían contando lo que muchos sabíamos: que ganaban monedas, que debían tener varios trabajos para sobrevivir... y de golpe las camas de terapia intensiva se iban acabando Benja, día a día eran menos al igual que los respiradores, que eran el último recurso que se usaba en ese entonces para intentar de algún modo salvar a aquellos que ya no podían respirar por sí solos... y aunque se sumaban camas, como se podía y también respiradores, ya no quedaban más médicos calificados... La gente se moría todos los días sin un ser querido que estuviera a su lado sosteniendo su mano, o se despidiera en medio de un llanto, o esbozando la sonrisa más bella para que el último recuerdo así lo fuera...
Algunos contagiados volvían a contagiarse, aquella vacuna tardaba en llegar y todo era incertidumbre. Entre tanto se armaban grupos de lobby para luchar por el derecho a salir a correr, a jugar al tenis, a ir a un gimnasio. Muchos, en cambio, salían a la calle a marchar por la libertad y en contra de la cuarentena, generalmente se aprovechaban las fechas patrias, armaban una especie de contagiasos que posteriormente derivaba en más enfermedad y más muerte; al final de la marcha volvían a sus departamentos y tocaban el botón del ascensor en la planta baja, el mismo que apretaban otros que iban a ver a sus padres, a sus abuelos o se escapaban a ver a su pareja. Y así Benja, cada día se contagiaban más, cada día morían más y los que aún no habían perdido la razón temían tocar las cosas por si estuviera infectado, a veces Benjamin, temían hasta respirar en algunos espacios compartidos con otras personas a pesar de usar tapaboca.
`No puedo olvidar aquellos días en que se dieron la mayor cantidad de contagios, cuando todos debíamos estar dentro de nuestras casas cuidando a nuestras vidas, siempre me acuerdo Benja de dos conductores de TV que ante un paneo de la cámara, dijeron: `Que lindo para salir a tomar una cerveza en un bar, hay poca gente, debe ser porque hace frío, ponete una mantita y salí´."
El hombre, bastante mayor rompió en llanto mientras su nieto lo consolaba con un abrazo. Una brisa fresca aceleró la caída de una lágrima mientras caminaba hacia la esquina para volver a mi casa.
̶ "No quisiera hablar de eso Benja, andá a jugar un rato." Respondió con la mirada perdida.
̶ "Algunos lo llamaron COVID, muchos la peste, otros "el bicho", a mi me gustaba esa forma de llamarlo, era como lo veía, pero tuvo muchos nombres distintos según como uno lo vivía o como terminaba la historia. Un día nos habían dicho que debíamos quedarnos en casa por cadena nacional. Había un médico, un infectólogo, creo que se llamaba Pedro Cahn, según muchos era el más sabio de ese entonces; en aquel momento nos advirtió a todos, nos dijo: `el virus no te busca a vos, vos salís a buscar el virus. No salgas´. Pero en aquellos tiempos, al igual que ahora, en los medios de comunicación hablaban mucho, había periodistas de renombre que impulsaban a la gente a salir, había una mujer que decía que tomar dióxido de cloro era bueno, y así, algunos lo tomaron y murieron... tengo un vago recuerdo de un médico, un tal doctor Claudio Zin, que pedía que los chicos salieran a la calle porque ellos no contagiaban a otros. En el ejercicio pleno del uso de la libertad y en la necesidad de llenar espacios televisivos, todo estaba permitido, casi cualquiera podía salir a desafiar a las autoridades, señalando que ellos iban a salir, bramaban que nadie se los iba a prohibir, buscaban de alguna forma que la gente saliera y se contagiara."
̶ "No eran buenos tiempos aquellos querido Benja, mientras eso ocurría, otros impulsaban por las redes sociales manifestaciones de contagio múltiple, la mayoría ponía en tela de juicio las palabras de los infectólogos, se reían de ellos, se burlaban de los sabios... no había expertos, claro, todo era nuevo, se aprendía día a día sobre "el bicho". Se trabajó mucho Benja, día y noche, como nunca esa gente nos estaba cuidando, muchos se mofaban de la palabra "científicos", otros los amenazaban a ellos, a los sabios de la época, los amenazaban, como en la edad media; decían que luego de la peste no iban a poder salir a la calle por que los iban a estar esperando. No eran buenos tiempos aquellos querido Benja, en aquel entonces un grupo de intelectuales y periodistas denunció que la cuarentena era una dictadura, todos denunciaban algo, denunciaban. Denunciaban que no funcionaba el parlamento porque no estaban todos en el recinto, muchos políticos exigían debatir en forma presencial y cuando le decían que lo hicieran ellos y el resto que lo hiciera de manera virtual, anunciaban que era un golpe de estado; se denunciaba que no funcionaba la justicia, a pesar de que todos los días salieron fallos... Lo peor era la angustia que contagiaba ver televisión Benja, uno podía comprender el aislamiento y el hastío, pero se justificaba proferir cualquier barbaridad escudado en la libertad.
`En Buenos Aires y Bahía la gente ponía carteles en los ascensores para echar a los médicos que vivían en los edificios por temor a contagiarse; los médicos escribían cartas desesperadas, pedían en los medios que los escucharan, escribían contando que estaban perdiendo la lucha contra "el bicho", que no daban más, que estaban exhaustos, en muchos casos enfermos y que muchos habían muerto peleando de igual a igual con el virus. Escribían contando lo que muchos sabíamos: que ganaban monedas, que debían tener varios trabajos para sobrevivir... y de golpe las camas de terapia intensiva se iban acabando Benja, día a día eran menos al igual que los respiradores, que eran el último recurso que se usaba en ese entonces para intentar de algún modo salvar a aquellos que ya no podían respirar por sí solos... y aunque se sumaban camas, como se podía y también respiradores, ya no quedaban más médicos calificados... La gente se moría todos los días sin un ser querido que estuviera a su lado sosteniendo su mano, o se despidiera en medio de un llanto, o esbozando la sonrisa más bella para que el último recuerdo así lo fuera...
Algunos contagiados volvían a contagiarse, aquella vacuna tardaba en llegar y todo era incertidumbre. Entre tanto se armaban grupos de lobby para luchar por el derecho a salir a correr, a jugar al tenis, a ir a un gimnasio. Muchos, en cambio, salían a la calle a marchar por la libertad y en contra de la cuarentena, generalmente se aprovechaban las fechas patrias, armaban una especie de contagiasos que posteriormente derivaba en más enfermedad y más muerte; al final de la marcha volvían a sus departamentos y tocaban el botón del ascensor en la planta baja, el mismo que apretaban otros que iban a ver a sus padres, a sus abuelos o se escapaban a ver a su pareja. Y así Benja, cada día se contagiaban más, cada día morían más y los que aún no habían perdido la razón temían tocar las cosas por si estuviera infectado, a veces Benjamin, temían hasta respirar en algunos espacios compartidos con otras personas a pesar de usar tapaboca.
`No puedo olvidar aquellos días en que se dieron la mayor cantidad de contagios, cuando todos debíamos estar dentro de nuestras casas cuidando a nuestras vidas, siempre me acuerdo Benja de dos conductores de TV que ante un paneo de la cámara, dijeron: `Que lindo para salir a tomar una cerveza en un bar, hay poca gente, debe ser porque hace frío, ponete una mantita y salí´."
El hombre, bastante mayor rompió en llanto mientras su nieto lo consolaba con un abrazo. Una brisa fresca aceleró la caída de una lágrima mientras caminaba hacia la esquina para volver a mi casa.
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