lunes, 18 de mayo de 2015
La Posada del Ogro (VI)...
Recuerdo que no podía entrar a la habitación del tío Norber por que ver los aparatos esos enchufados a su humanidad me generaban un dolor enorme, siempre me preguntaba: ¿por qué le pasa esas cosas a la gente de bien, a la gente buena?; era muy difícil no llorar, un nudo enorme me apretaba la garganta y no me permitía otra cosa que no sea balbucear una especie de ruido onomatopéyico que difícilmente haya entendido alguna vez. La segunda vez que lo vi (también fue la última), llegué a decirle te quiero, y desde ahí el tío Norber peleo una semana más, luego partió para nunca más volver.
Los hecho comenzaron a ser confusos y rápidos, luego de aquel suceso, recuerdo que la tía Rosita murió exactamente al mes que falleció el tío Norber, dicen que fue un paro cardíaco mientras dormía, yo siempre sostuve que murió por amor, y sé que han de estar felices donde quiera que estén, cantando algún tango, una chacarera o una zamba juntos, como siempre, felices, como siempre se los vió, dupla guerrera de jamás aflojar… cómo se los extraña hoy en día.
Hoy tengo 30 años y tengo gratos recuerdos de ambos, retornando de un viaje a Pehuajó por trabajo, el micro de larga distancia empezó a entrar en todos lados a partir de Luján, y terminó entrando en Álvarez, casi no lo podía creer, todo había cambiado y a la vez estaba igual; desde el fallecimiento de los tíos que yo no volvía a pisar ese lugar, pasamos por enfrente de la casa que fuera de Norber y Rosita y estaba en muy mal estado, el frente era más chico, ya que había casas a ambos lados. La calle estaba pavimentada. Camino a la terminal de ómnibus de Álvarez, pasamos por el frente de la Posada del Ogro, estaba con las persianas bajas y olvidada en el tiempo, entonces comencé a recordar…
Hacía rato que no pasaba por la Posada del Ogro…
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