Soy bastante de autodestruirme, si me peleo o discuto, no soy de salir a pelearme o cagarme a trompadas, más de una vez me he descubierto en un bar o en mi casa tomando un whisky, recordando el hecho (llorando o no), así padezco las cosas, así vivo últimamente y no es un orgullo decirlo, pero aquel que entienda, sabrá que es la única forma de anestesiar tanto dolor.
Pero algo estoy comenzando a aprender en ésta, podría llamarle ”la peor caída de mi vida”, una suerte de crisis económica mundial, pero en carne propia y con factores, sutilezas, sentimientos que sólo pocos pueden/pudieron/podrán advertir; les decía que algo estoy comenzando a aprender y esta vez voy a poner el verbo después del sustantivo, ya basta de decir voy andando para la luz, ahora será andando para la luz voy. Quizás sea esa la solución a ocho años de dolor interrumpidos (si no son más).
Y sé muy bien que eso fue obra del azar, es la ley del azar, que no corresponde a la de la lógica, ese azar que hace las cosas tan bien, que a veces supera a la lógica. El mismo azar trabaja y hace que aparezcan situaciones estocásticas que a veces le gana a la lógica y ésta última no es capaz de explicarla o comprenderla. Ahora lo sé, ahora lo saben, ya no es secreto, a decir verdad nunca lo fue (salvo para algunos).
Una vez supe, tener objetivos claros, supe ir y venir. Dar vuelta las páginas, repasar lo leído, replantearme situaciones, y todo ello también supe tirarlo a la basura y volver a empezar, al menos lo he hecho varias veces, generalmente el resultado fue el mismo, otras no (fueron las menos).
Me ha pasado (aún hoy me sucede) que las palabras me desconcentran, generalmente logran un efecto adverso que es la desorientación, otra veces me pasa que las mismas palabras cuando las releo tienen otra significancia, me tiran el mundo a la mierda, no me dicen lo que yo quiero leer, y ahí uno cae que a veces, la ilusión y las palabras son más enemigos que amigos a la hora de su interpretación. Situación similar ocurre cuando veo imágenes, signos, objetos extraños; éstos me hablan cosas, a veces suelo comprenderlas, otras me las llevo conmigo mientras camino y me hablan hasta el destino, a veces se callan y comienzan a hablar cuando salgo de aquel destino y me dispongo a volver a mi hogar; o en el mejor de los casos las olvido, cosa que muchos saben no es muy difícil y ya podríamos llamarle un clásico de mi persona.
Y así estoy, así llegué a esta suerte de cementerio de los barcos sin nombre, naufragando entre el espanto que me quedó y las cenizas que espero no estén por venir jamás, o por lo menos no en un futuro próximo. Y reconozco que poco he aprendido y poco aprenderé superada esta crisis, más espero nunca se repita otra igual, por que ahí si, no sé que es lo que sucederá en el futuro.
Aunque aún siento que quien carezca de sentimientos será como un barco sin timón en alta mar y en medio de una tormenta sin final, su soledad será absoluta, aún en medio de una multitud, difícilmente encuentre razón a su existencia, tal vez su vida se convierta en perversa y su desdicha (roguemos) sea inmensa.
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