Sobre una rosa olvidada,
hablaba el diamante de una lágrima,
palabras transformadas en rocío
que al evaporarse ya no son nada.
Un cielo perfecto, una noche
hermosa y las estrellas brillando y observando desde lo alto. Tantas letras
sueltas que no se pueden juntar, tantas palabras que aún juntas no se pueden
articular. Es verdad, es mejor escuchar los grillos y el agua corriendo por el
arroyo y dejar que el viento sople, que él se encargue de hablar esta noche.
Pero no es suficiente y es que, siempre quedan cosas qué decir, pero el tiempo
se transforma en tirano y nos condiciona la vida. Nos deja desnudos ante tanta
belleza y nos intimida a desafiarla… Pero nos abrigamos en lo vivido para no
enfermar y afrontamos los desafíos manoteando el aire como si tuviéramos una
venda en los ojos y buscáramos de donde aferrarnos.
Tantas palabras sin permiso para
salir, las estrellas custodias no las dejan. Como expresarse coherentemente
ante semejante presencia, me hacen sentir insignificante, pero quiero hablar,
poder decir todo y no puedo aunque lo pretendo.
Me deja mudo la noche y el cielo
y mirar la infinidad de esas brillantes perlas que cuelgan, lejanas. Hacen que
me pierda y que no pueda despuntar este ovillo de ideas.
A veces me pierdo, otras veces busco
que mis palabras transmitan las coordenadas de tiempo y de lugar en que
nacieron. Esta noche, como otras, reconozco mi identidad y no la niego, ni la
disfrazo. Aquel viento me convida sonidos de un
parlante que llora melodías ajenas a él, narra recomendaciones sin ánimo de consejo,
alrededor de historias tan simples como las melodías que las abrazan. Mientras miro el cielo y pienso que me encanta confundirme.
Cuesta no poder organizar las
palabras y por más que
la razón las asista, la forma en que la digo quizás, no sea la mejor, entonces lo mejor será recostarse bajo esa
luz tenue que nos llega desde millones de kilómetros, cerrar los ojos, apretar
fuerte las manos y no pensar, sólo ser compañía instantánea de cada una de
ellas ¿Dejar qué se susciten las imágenes será lo mejor?; No, quizás, escuchar
el movimiento de los árboles y comprender que a lo mejor, no haya nada para
decir; o tal vez, lo que necesito sólo es eso, no pensar tanto, como cuando uno
toma un mate ya lavado, o escucha un disco muy viejo.
No puedo dejar de observarlas,
son millones de ojos que me miran, serán las únicas testigos de mis
pensamientos, y hasta a lo mejor, ellas sí puedan comprender por qué algunas
lágrimas ruedan. Los silencios se abren, necesarios y bellos, como esas pausas
en la música, que también son música.
La boca cerrada y llena de
palabras, si los labios se separaran, apenas se podría atisbar un aliento
cálido, pero ninguna de ellas saldría y aunque algunas palabras son cabañas
confortables para que la gente pase un buen rato, otras se las lleva el viento,
lejos, donde uno no ha de llegar. Y viste como es… a una cierta edad uno se
arregla con menos… ¿Qué querés?.
Será que no las necesito como
pienso, será que puedo transmitir todo sólo con mirar. ¿Por qué sigo buscando
una lágrima en la arena? Es difícil saberlo, a lo mejor, jamás me entere y el
secreto de mis pensamientos se lo lleven ellas, allá bien lejos, siempre
esperando.