¿Te
encontraste alguna vez con alguien en la tristeza? Con mi amigo de verdad nos
contamos todo, pero ahora que somos más grandes, nos callamos los detalles. La
verdad es que uno se ha peleado con la vida, pero nunca llegó a tranzar con la
muerte. De alguna manera él la vivió demasiado pronto, en mi caso, es paso a
paso y es la peor de las agonías.
Con
los años aprendimos a no desesperar, o a lo mejor, a hacerlo en cuotas, casi de
manera metódica; el truco está en que nadie lo note, pero se nota, me pueden
creer. Nos encanta distraernos y confundirnos hablando de rutinas, de ciencia y
del amor, pero oculto e indecible se encuentra la verdad no revelada, la
certeza de una conclusión, o lo que es mejor, la sospecha de una sorpresa que
no es tal al rebelarse.
No
le busques más vueltas, es esto, nada más. Te entreveras en buscarle un lado
positivo a lo que no lo tiene, concluir es lo difícil y lo es porque es
demasiado temprano para hacerlo, pero no hay más que descubrir… el mundo es esto,
no hay nada más.
En
la tristeza se halla indecible la realidad: no todo es como lo soñaste, nada es
como lo pensabas, nunca va a cambiar lo que es, siempre ocurre primero lo
deforme, la mala suerte existe, aquella canción que retuviste en tu memoria se
te va a olvidar, ese frasco siempre va a estar demasiado cerca de aquel borde,
la tostada va a caer de esa forma, el aceite siempre va a salpicar, el sistema
solar nunca te va a alcanzar, no vamos a volver a ser adolescentes, siempre nos
va a doler ella, a la muerte nunca la vamos a superar y aquella promesa jamás
la llegaremos a cumplir.
Pero
hay algo que nos ata y nos contiene de alguna manera. Hay una esperanza que nos
hace continuar ante todo este escenario, que oculta, se manifiesta sorda y
muda, se camufla en la esperanza y hace que la voluntad aflore: y eso es el
amor. El amor por esa causa perdida, por esa profesión que nos abraza, por ese
reclamo eterno, por esa memoria activa, por ese futuro anhelado, por esas
ansias de saber y querer compartir, por esa simpleza de mirar al cielo y
fascinarse.
¿Sentiste
que le robaste una flor negra al tiempo? A mí me pasó dos o tres veces y a
pesar de la saliva espesa, las velas rifadas, de ir derivando con el viento en
contra, la gozas. Te refugias en las anécdotas y los recuerdos que nunca sobran
y siempre convidan calor y refugio. Trepando alto aquella cumbre, durmiendo como
podías en aquel banco de estación o corriendo de aquella manada de trolls. Allí
estás siempre, ahí estoy yo, con vos y no estamos solos porque estamos.
A
veces prendo el equipo de radio y escucho, como cuando tenía catorce años y no
me animaba a modular, me escondo y refugio en el QRM de fondo y me alegro con
la primera voz que aparece… el mundo es esto, no hay que darle más vueltas.
Antes era más fácil, pero había más preguntas. Hoy sobran respuestas y se
encarna la sensación de empezar a concluir que el sentido de todo esto no es
más que todo esto que sentimos.
¿Sentiste
alguna vez que llegaste a entender todo pero te faltan herramientas para
describirlo? Pues, bienvenido a este universo. Es siempre loco encontrarte con alguien
que llegó a la misma conclusión, a lo mejor es de sabios no decirlo y concluir
lo mismo que el otro. Una mirada alcanza, a veces una palabra marca ese punto
final… es de atrevidos seguir la retórica cuando entre líneas se entiende el
objetivo ¿A dónde querés llegar? Ya se entiende con el silencio, es en vano detallar
más.