Esta tarde me encontré recordando una de las relaciones más bellas que tuve, con una de las personas más diferente y a la vez parecida a mi. Puntualmente recordé un hecho que en su momento abrigó muchas dudas y por ende me llevó a cometer muchas torpezas, pero bueno, era muy joven y supongo que debía ser así para que en algún momento se produzca el suceso inevitable: madurar, o crecer si lo desean llamar de algún modo. Yo en su momento sentía amar (aún lo hago pero de otra manera) a esa persona y ella me respondía que me quería mucho. Sus palabras me dolían mucho en aquel entonces y esta tarde encontré una carta de ella en la que en un párrafo decía: “no todos amamos igual y tu forma de amar no es igual para todo el mundo”. ¡Qué frase tan certera y contundente!.
Te propongo lo siguiente, lleguemos a un acuerdo. Vos me podés estar diciendo que me querés pero no me amas y sentir algo similar a lo que yo siento al decirte que te amo. Y sin embargo las palabras nos están separando. Pero podríamos levantarnos un día y tratar de olvidarnos de estas declaraciones tan vacías, y preguntarnos juntos: ¿Qué queremos hacer juntos?. ¿Nos gusta vernos?. ¿Nos gusta saber el uno del otro?. ¿Nos gusta besarnos, hacer el amor, compartir las cosas que pensamos nos gustan?. ¿Nos gusta ayudarnos?. ¿Nos gusta cuidarnos?. ¿Queremos formar una pareja ahora?. ¿Qué clase de pareja?. ¿Acaso una familia?. Y si es así... ¿qué tipo de familia?. ¿Queremos proyectarnos juntos en un supuesto futuro?. Bien... ¿En qué coincidimos?. Quedémonos con aquello en lo que coincidimos.
Puede que alguno de los dos quisiera cosas ahora que el otro ahora no quiere. ¿Pero por qué renunciar a lo que ambos queremos en este momento?. No importa lo que hayamos entendido en las palabras. Siempre nos confunden, porque nos alejan de lo que ES, de lo que sentimos. Los sentimientos no tienen nombre. La verdad no tiene nombre. Sólo acontece. Al nombrarla creamos separación, porque aparecen las ideas. Como niños pequeñitos, contrariados, solemos decepcionarnos si la otra persona no quiere exactamente lo que nosotros creemos querer. Vemos la falta en nuestras expectativas en vez de aquello que compartimos.
En cualquier conflicto sucede igual. Lleguemos a un acuerdo. ¿Qué queremos cada uno de los dos de esta relación, ya seamos dos persona o dos países?. ¿En qué coincidimos?. Potenciemos lo que ambos queremos. Dejemos de lado las ideas abstractas. ¿Qué queremos?. Aquello en lo que no coincidamos, dejémoslo de lado, para nunca o para más tarde. Todo se puede replantear. Quizás un día lo que queramos coincida completamente. Quizá un día lo que uno quería ya no lo quiere, y lo que no quería lo quiere. Nada es permanente. Quedémonos con aquello que nos une.
Entonces "Te amo" y "No te amo" dejan de tener sentido. Porque la relación, sea la que sea, es amorosa, en el más amplio significado que imagines. No hay dos egos pidiendo. Hay dos personas permitiendo que suceda lo que ES, al ritmo que la vida marque entre ambos. No hay meta. El camino es la meta. Porque sólo cuando hay meta, cuando uno piensa que debe llegar a un sitio determinado, es cuando aparecen las ideas y, por eso mismo, el conflicto, la separación ilusoria.
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