miércoles, 16 de febrero de 2011

Navegante…

Te espera sin querer hacerlo.
Te busca sin ánimo de encontrarte,
te llama para hablar de nada,
te piensa sin decir tu nombre.

Se aleja de tu puerto de aguas calmas,
es el navegante que navega
en aguas densas y opacas.
Dime la verdad sin endulzarla;
¿acaso crees que haya esperanzas?.

Callando todo lo que no dice,
profiriendo lo que se le ocurre,
un pensamiento rompe el silencio
en las aguas sucias que envenenan las almas,
un pensamiento terrible, quizás no lo quieras.
Le canta una canción a Neptuno,
y le escribe poesías a la Luna.
No existe hombre de mar
que no se pueda ahogar.

No hay nada que explicar,
no hay nada que entender,
hoy la azul luz de aquel faro
marca el destino del navegante
que con dubitativas manos,
timonea a su navío.
De la carta al timón,
al revés la corrección,
y es que el que ha naufragado
teme al mar aún cuando está calmo.

El tiempo y la marea ni se paran ni esperan,
en calma de mar no cree, por sereno que lo vea.
Mejor navega el que tiene buen viento
que quien rema con mucho aliento,
sabe que la mar y la mujer
de lejos se han de ver.

Llenando el mar, con sus lágrimas de pena,
el navegante recordará aquella apuesta
de amor que uno de los dos perdió.
¿Por qué pasaste a lo lejos y no amarraste tu barco?
Piensa el navegante cuando te recuerda a vos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Cocoteros, Cacatúas y bolitas lecheras…

La jefa a veces es incapaz de evaluar los riesgos, pensaba Literio, al verla a ella jugando al pie de un cocotero con una Cacatúa y una bolita de vidrio, de esas denominas “lecheras” por su color blanco el cual se combinaba con distintos matices de verdes, naranjas y rojos.
Alarmado ante este cuadro, Literio determinó la altura del árbol y la curva que describía el tronco del mismo, pero claro, eso no era lo que más le incomodaba, en la cima se hallaban diez hermosos cocos, grandes, relucientes, maduros, que lo incomodaban en demasía… tanto que comenzó a pensar que esos cocos podrían caer todos juntos, o de a uno, o solamente uno en la cabeza de su jefa.
Por eso mientras la jefa corría en rededor del tronco persiguiendo a la Cacatúa, Literio se dedicaba a realizar cálculos probabilísticos, tomando todo tipo de sucesos y llegó a la determinación de que al menos un coco podría caerle en la cabeza a su jefa mientras ésta estuviese divirtiéndose allí. Es por ello que pensó en advertile a su jefa del riesgo que suponía su presencia debajo del cocotero, pero conociéndola, sabía que no le iba a prestar atención.
Inmediatamente se fue corriendo al hospital más cercano y pidió la lista de aquellos médicos especializados en traumatismos y los marcó con resaltador, acto seguido recorrió las instalaciones y al corroborar que todo estaba bien para la atención de su jefa (en caso de un accidente), decidió retornar a donde ella estaba, es decir debajo de aquel cocotero, con la Cacatúa y la bolita lechera.
Mientras llegaba resolvió un ejercicio de caída libre para determinar con que velocidad y fuerza caería el coco sobre su jefa, a la vez que pensaba que en la Cacatúa sería igual estando ella en tierra o menos si ésta estaría volando… poca importancia le dio a la bolita lechera, eso si...
Cuando llegó al sitio todo era un caos, la Cacatúa ya se había volado, la bolita lechera era usada por unos niños que estaban jugando con ella y la jefa estaba colgada del cocotero con unos larga vistas intentado ver las costas de Colonia del Sacramento y quejándose por que quería comer waffles con dulce de leche.