Mientras los vecinos se abarrotaban en las terrazas a gritar y tirar fuegos de artificios, mi mirada quedó clavada con rumbo sudoeste observando el cada vez más pobre espectáculo de pólvora iluminando el cielo y aumentando la entropía del universo, mientras las copas rechinaban quejándose de tanto brindis, la música resonaba tan fuerte que el Nivel de Presión Sonora estaba muy por encima de los 85dB saludables (o no tanto) que una persona puede admitir.
Con mi copa de champagne, sentado en el tanque de agua, me quedé un segundo pensando en lo que fue este año… ya sabrán ustedes como son esos momento, parece inevitable no hacer un pequeño balance de cómo fueron las cosas, el tema es que ese balance no se prolongue en tiempo y forma, sino ahí si que cagaste la fruta. La verdad que no pude definir como quedaron las cosas en la balanza, a decir verdad tampoco ahora lo sé muy bien. Este año tuvo cosas poderosísimas, muchos adioses, un título bajo el brazo, el regreso en forma de demanda de un accidente pasado, la ilusión apostando a realizar un viejo sueño, varios escombros e incendios, la esperanza de ir a las sierras en este verano, las ganas locas de volverle/te a hablar y explicarle algunas cosas y la esperanza que este bicentenario sea mucho mejor con todo lo nuevo que está por venir.
Le apuesto un pleno a estos días a estrenar, rogando que no se cumpla eso de año nuevo, infierno nuevo.
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