La mesa llena de gente, la mesa vacía, la mesa limpia, la mesa llena de diarios, revistas y otras cosas. La habitación desprolija, la habitación en perfecto orden, la habitación sucia, la habitación sola, la habitación acompañada.
Libros cerrados, libros en una suerte de biblioteca, libros en el piso, libros abiertos de par en par, libros abiertos en una hoja que el viento eligió al azar. Un Blood Hound que viene y va, un Blood Hound que no se encuentra, un axolote lo mira atónito, trata de comprenderlo, pero no puede. Aunque a decir verdad ya pasó por lo mismo hace un tiempo.
La cocina… la cocina a veces en perfecto orden, otras veces es un desastre, a veces cocina él, otras veces cocina alguien más. Los verdes solos, los verdes acompañados, a veces frío, a veces lavados. Ahhh eso si, el mate nunca falta, que joder.
En un extremo de la mesa Ramiro tocando la guitarra, en el otro, Manuel barajando para empezar una nueva jugada, Javier y Diego mirándose a los ojos, fumándose un cigarrillo y tomando coñac; mientras el mundo gira, abajo un vecino mira la tele, restos de la cena fría, en medio de la mesa.
El hombre solo, en casa sola, mirada perdida en lo lejos, mientra nace el alba en la ciudad enferma.
Y ese es un perfecto relato del primer lugar donde viviré solo.
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